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viernes, 27 de febrero de 2015

¿POR QUÉ HAY QUE ESTUDIAR HUMANIDADES?
REACTIVACIÓN DE MI BLOG
Después de mucho tiempo parado este blog, quiero reactivarlo dándole un uso de cara a mis alumnos.
Para ello, a partir de ahora, sin dejar de usarlo como antes, para todo lo que tenga alguna relación con las lenguas clásicas y su cultura, también lo utilizaré para darles información directa a mis alumnos sobre documentos, páginas interesantes, incluso actividades del día a día que tengan que realizar.

miércoles, 17 de julio de 2013

Los Clásicos, guardianes de nuestras lenguas y culturas, por Arístides Mínguez

Fue a comienzos del pasado verano, cuando, tras regresar de una de esas noches al borde del mar que tanto gustaban a Kavafis, mi hermano de alma Juan de Dios, profesor de Filosofía en mi antiguo centro de Alhama de Murcia, me hizo ver la luz. “Yo siempre les digo a mis alumnos que la Filosofía no sirve para nada. Que ya está bien de que estudien cosas que sirven para algo, que me sigan, que se dejen llevar en nuestro recorrido por los laberintos de la filosofía y que, al final de curso, mediten si son los mismos que eran al comenzar”.
Ya dijo Aristóteles que la grandeza de la Filosofía está en que no está al servicio de nada ni de nadie, sino que busca el saber por sí misma. Y creo que fue Sócrates quien aseverara que una vida que no es pensada no merece ser vivida. Ni más ni menos.
Y tiene razón Juande: el latín no sirve para nada, como la música, pero, para mí, una vida que no estuviera acompañada por la música y, ¿por qué no?, por el latín no sería vida.
Soy padre de dos niños, Aris y Edu. El mayor cursa ahora 4º de la ESO y va coger Latín en 1º de Bachillerato. Me tocará entonces responderle a él para qué sirve el Latín y, me barrunto, no puedo soltarle las borderías de antaño, más que nada por miedo a los improperios que me puede lanzar su madre. Y 6 años después habré de hacer lo mismo con su hermano.
Mirad, hijos, desde el punto de vista de la sociedad materialista en la que vivimos, es verdad que el latín no sirve para nada, que no se habla en ningún sitio corrientemente, que no os vais a hacer ricos con él ni os van a llamar para la nueva edición de Gran Hermano y, encima, os van a mirar raro si decís que estudiáis latín.
Comienzo de la Ilíada de Homero en el que se canta la cólera de Aquiles.
Comienzo de la Ilíada de Homero en el que se canta la cólera de Aquiles.
¿Cómo explicaros el hormigueo, las “fuertes emociones” que siente uno al desentrañar y traducir un texto griego o latino? Es algo semejante al placer por el trabajo bien hecho, por la belleza de su acción que experimentan los forenses que realizan la autopsia a un cadáver para hallar la causa de su muerte y atrapar al asesino. Sí, esos forenses que están tan de moda en las series televisivas como C.S.I.Bones y que tanto gustan a vuestros compañeros de clase. Pues bien, los traductores somos los forenses de lo que los grandes maestros de la Antigüedad dejaron escrito. Y disfrutamos tanto metiendo el bisturí en sus frases, en sus expresiones, en sus palabras y vertiendo éstas a nuestra lengua materna, que deseamos compartir este don con nuestros alumnos, aunque ni éstos ni el resto de la sociedad esté aún preparada para valorar este regalo.
Mirad, chicos: durante gran parte de la Edad Media el griego desapareció de la Europa occidental y se olvidó casi por completo, ignorándose cómo se leía inclusive. Gracias a la impagable labor silenciosa de algunos monasterios y de las escuelas de traductores de los reinos islámicos, se pudieron copiar muchos manuscritos y transmitir de generación en generación, pero en ese largo camino se perdieron para siempre jamás miles de obras. Pensad que en esta época se hablaba un latín macarrónico, gracias a que era la lengua de la Iglesia, pero se despreciaba todo lo griego e incluso lo latino que no fuera religioso.
No podemos permitir que se vuelva a repetir ese error y que el Latín y el Griego caigan de nuevo en el olvido, pues pasaría como el idioma de los íberos, que pueden leerlo, pero nadie sabe lo que dice porque son incapaces de traducirlo y comprenderlo hoy por hoy. Los Clásicos somos, entonces, también los transmisores, los guardianes de nuestras lenguas y culturas.

domingo, 30 de junio de 2013

Lo reconozco: soy de Clásicas

http://papeldeperiodico.com/2013/06/22/lo-reconozco-soy-de-clasicas/ Lo reconozco: soy de Clásicas Por Arístides Mínguez Baños 22 junio, 2013 | 6 Sí, padre, lo confieso: soy de Clásicas. Filólogo Clásico. Latinista, que no pendolista, para ser más exacto. Y no he pecado, creo. Es cierto que amo las lenguas y el mundo clásico, y que gozo con ellos cual marrano hozando un sotobosque en busca de trufas. A las Clásicas les debo cuanto soy. Como persona bien nacida, que me considero, he de ser también persona agradecida: a ellas, a las Lenguas y Culturas Clásicas. Y lo que es peor: hago proselitismo. He contaminado con mi estigma a mis dos hijos e intento contagiar del amor a lo grecolatino a todos cuantos alumnos (y no alumnos) se me acercan. Tengo claro que “ser de clásicas” ha sido, es y, por desgracia, será nadar siempre contracorriente. Somos unos bichos raros, unos estrafalarios que se emocionan con unas lenguas, a las que quieren muertas, pero que se resisten a ser enterradas. Unos pringados que se ilusionan viendo cuatro piedras tiradas por el suelo, arrumbadas de cualquier manera. Unos colgados que se estremecen recitando versos de autores desaparecidos hace milenios. Y, sobre todo, lo de las piedras. Vamos que tiene guasa eso de viajar a ver piedras, con lo agusto que se está tirado a la bartola en la piscina del Resort, donde te sirven mojito y sólo con llevar la pulsera roja. O comiéndote en el chiringuito unas gambas, que de rojas tienen solamente los polvos que le echaron en el chino, donde las compraron en tiempos de Confucio. Luego, pasa lo que pasa. Como cuentan que le sucedió a un pobre y “honesto” vecino de mi pueblo, hombre cabal y trabajador, hecho a sí mismo y forrado a millones porque supo escalar, en un solo peldaño, de maestro de obras a promotor inmobiliario. Y retirarse a tiempo antes del estallido de la burbuja. Para que no lo tildaran de “paleto o cateto” se apuntó a un viaje cultural a Atenas. Tras visitar el pedazo de roca esa a la que decían la Necrópolis, allá en todo lo alto, con el sol cayendo a pico y espuertas, acordándose de lo bien que estaría tomándose ahora en su playa. ¡Vamos, que después de la ‘panzá’ de subir, sudando a chorros y encontrarse con un puñado de piedras y columnas tiradas de eso que llaman el Paredón! Todo lleno de grúas, pero sin un solo albañil encaramado al andamio. El guía estaba entusiasmado, hablándole de no sé qué santa Tenea a la que le iban a hacer una estatua de marfil y oro de doce metros de alta. ¡Vaya con los griegos! Luego dicen que están en crisis, pero les pasa como a los españoles que para sacar panza poniendo enjoyada a su virgen no escatiman. Así, acalorado hasta la extenuación, hubo de soportar, encima, que el guía le preguntara emocionado qué le había parecido la visita al Partenón. Para quitárselo de encima y evitar que le siguiera dando la tabarra con más historias de esos griegos, le soltó la primera respuesta de compromiso que le vino a la mente: “Está muy bien, muy bonito todo, pero seguro que quedará precioso cuando acaben con las obras y pongan todas las piedras en su sitio. Entonces sí que merecería la pena volver a verlo ‘tó’ entero. Es más, me contratan a mí, me traigo a una cuadrilla de mis indios y mis moros y lo rematamos en un pis pas”. Doy fe de que es verdad o, al menos, como tal me lo contaron. Sí, tiene tela eso de ser de clásicas. El ir justificándote siempre ante la sociedad cuando te preguntan si todavía se estudia latín y griego, que para qué sirve eso, que si es que vas para cura o monja. Y, encima, si eres profesor, tienes que luchar contra la indiferencia y el menosprecio de no sólo una parte de tu alumnado, sino, sobre todo y más doloroso, de tus propios compañeros y, en especial, de la Administración, que cual Santa Inquisición nos somete de cuando en vez a autos de fe. Sobre Arístides Mínguez Baños Catedrático de Latín en un instituto público. Dionisíaco convicto. Actor y escritor frustrado. Colaborador también en La columnata. - See more at: http://papeldeperiodico.com/2013/06/22/lo-reconozco-soy-de-clasicas/#sthash.SErntrE5.dpuf

jueves, 18 de abril de 2013

Fuentes unicode para escrituras antiguas

Enlace a esta página sobre fuentes unicode, entre las que están algunas fuentes griegas: http://sandraromano.es/2011/04/douros/

miércoles, 10 de abril de 2013

VAMOS TODOS A LEER

Aunque este vídeo no sea específicamente de algo relacionado con las Lenguas Clásicas, los clásicos grecolatinos nos están invitando a que los leamos, están deseando... y ¡no sabéis lo que podemos aprender y disfrutar con ellos!

lunes, 1 de abril de 2013

‘Etimologicón: el sorprendente origen de nuestras palabras y sus extrañas conexiones’ de Javier del Hoyo

Las palabras tienen su propio ADN, como los organismos vivos. A diferencia de los organismos vivos, las palabras no poseen largas cadenas helicoidales de cuatro letras recombinadas de todas las formas posibles (ACTG), sino pequeñas mutaciones de letras que, tirando del hilo, nos permiten ir descubriendo cómo fueron degradándose, adaptándose, reordenándose, hasta ser como son. Que la cama se llame cama y la cómoda se llame cómoda, siendo más cómoda la cama que la cómoda, no nace del capricho de un bautizador real con mala leche, sino que dicha contradicción es el resultado de innumerables caprichos mutagénicos del habla cotidiana, en la que todos participamos de tal forma que incluso las palabras pueden llegar a cambiar diametralmente de significado (un buen ejemplo es el término “as”, que hoy se aplica a quien es bueno en algo, como el as del deporte, pero que antaño se aplicaba justo al torpe, pues “as” procede de asnejón. Lo mismo puede decirse del repetido “punto álgido”, que en realidad significó no hace mucho única y exclusivamente el punto más frío). El doctor en Filología Clásica Javier del Hoyo, pues, ha concebido Etimologicón con el mismo ánimo que Watson y Crick mostraron al mundo la estructura del ADN. Y además lo ha hecho de forma amena y accesible para toda clase de lector. El título: Etimologicón. Del Hoyo ha huido de la relación soporífera de palabras y, sin embargo, las ha unido entre sí como si tratara de escribir un relato coherente con todas ellas. (Un gran acierto de la edición de Ariel ha sido sobresaltar en color azul cada una de las palabras, así pueden localizarse fácilmente en el texto). El propio autor señala en el prólogo de Etimologicón que su libro está dirigido a profesores, estudiantes y amigos de las lenguas clásicas, pero sobre todo fascinará a todos los amantes de la lengua y de sus curiosidades. Y tras su lectura, no puedo estar más de acuerdo. Ahora, las hebras de ADN de las palabras que uso comúnmente son más evidentes que nunca, pero sobre todo he aprendido mucho. De todo. Las palabras se ofrecen en racimos, agrupadas en familias léxicas, a partir de una raíz, encadenadas; las hemos marcado en color azul para mejor captarlas en un golpe de vista. Sabemos que la forma en que la persona almacena el vocabulario en el cerebro es así, ligando las palabras unas a otras. Las aprendemos por familias léxicas, por sinónimos (dar-entregar), por antónimos (morir / vivir), o por palabras que se relacionan semánticamente. Aprendemos el concepto “cuchara” y la ponemos inmediatamente en relación con “cuchillo” y “tenedor”. Y a veces relacionamos ese término con otras lenguas, en que se asemeja mucho. […] En Etimologicón hemos escogido 32 raíces latinas, independientes, y cada una de ellas nos va a proporcionar entre veinticinco y ciento diez palabras presentadas con un hilo conductor. Sergio Parra Editor en Papelenblanco